La alimentación material y afectiva se halla estrechamente relacionada en la historia personal de cada uno de nosotros. Decía Freud que las dos necesidades básicas del ser humano son el hambre y el amor. Los conflictos con la alimentación son una vía de expresar sentimientos que no pueden ser dichos, emociones difíciles de reconocer y afectos que desde nuestro inconsciente intentan manifestarse.
La obsesión por el atractivo físico puede convertirse en un serio problema para nuestra salud mental y física, sobre todo por lo que respecta a los trastornos de la alimentación, siendo los púberes y adolescentes una población más vulnerable.
Anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, ortorexia y otros trastornos de la alimentación
La anorexia nerviosa es uno de los trastornos de alimentación que más resuena en los últimos tiempos, aunque los primeros datos nos llegan desde la Edad Media con la clasificación de “Enfermedad Misteriosa”.
Matizar que la anorexia significa inapetencia, mientras que la anorexia nerviosa es una compleja enfermedad en la que puede darse o no la falta de apetito. La persona que padece anorexia nerviosa muchas veces está hambrienta, no obstante sobrevalora la fuerza de no ingerir alimento. La anorexia nerviosa produce que el enfermo siempre se vea con “exceso de kilos”, aunque su cuerpo esté esquelético.
Existen dos tipos, la restrictiva y la purgativa. En mujeres, además, es característica la amenorrea o falta de menstruación. La anorexia nerviosa se caracteriza por una pérdida abrupta e importante de peso, situándose éste por debajo de los mínimos saludables alcanzando un IMC o índice de Quetelet de 15. Este bajo peso es el efecto de una conducta patológica de la persona afectada, que realiza un control minucioso en la ingesta de alimentos, por su temor a ganar peso y por una severa distorsión de su imagen corporal, asociada a una baja autoestima y un importante componente de control.
Atendiendo a la epidemiología la incidencia es mucho mayor en mujeres. Esta diferencia de la proporción entre hombres y mujeres puede estar producida principalmente por la gran presión que ejerce la sociedad en general. En nuestra sociedad los modelos femeninos más representativos suelen ser muy delgados, se alaba a quien pierde peso. El físico y la apariencia alcanzan una preocupación patógena en nuestra sociedad moderna occidental. En países no industrializados no se conoce esta enfermedad.
Suele aparecer en la adolescencia aunque cada vez se ven casos a edades más tempranas como a los ocho años. Pero su prevalencia es máxima desde los doce a los dieciocho años. Se considera como un trastorno de origen multifactorial, que sólo puede ser comprendido teniendo en cuenta no sólo a la persona que padece dicha enfermedad, sino también a su entorno familiar y social.
La bulimia nerviosa es un trastorno de la alimentación que se distingue por la presencia de atracones de comida frecuentes. Ingesta de una gran cantidad de alimentos de forma descontrolada, y acto seguido rituales de purga por el miedo a engordar, ya sea vómito, hacer ejercicio durante muchas horas, no comer o el uso de productos diuréticos y laxantes. Una diferencia respecto a la anorexia nerviosa estriba en que no alcanzan los bajos IMC de la primera. Más común en mujeres que en hombres, con inicio habitual en la adolescencia. La persona que sufre bulimia es completamente consciente de que su conducta alimentaria es patológica. No hay conclusiones claras sobre las causas de la bulimia. Se suele decir que hay tanto factores genéticos como psicológicos, familiares y/o culturales que podrían hacer a unos individuos más propensos que otros.
La ortorexia es una alteración en la conducta alimentaria que cada vez más extendida. Se caracteriza por una obsesión patológica por la comida saludable. Son personas que eligen con meticulosidad los alimentos que van a comer, tienen un control sobre los componentes de todo lo que ingieren y sobre la preparación de los alimentos. Se lleva la idea de la dieta saludable al extremo, dejando de consumir alimentos etiquetados como nocivos por haber sufrido procesos industriales como llevar colorantes o aditivos.
La vigorexia es un trastorno con desajuste en la conducta alimentaria y con dismorfia muscular, también conocido como síndrome de Adonis o anorexia inversa. Tienen la obsesión por lucir unos músculos bien desarrollados. Entrenan su cuerpo en gimnasios con el fin de aumentar la masa muscular, ingieren suplementos como proteínas y anabolizantes.
La permarexia es la obsesión por seguir dietas y regímenes de forma permanente, es una rutina. Objetivo perder peso, con malos hábitos y conductas irracionales en la alimentación. Es considerada una conducta de riesgo que puede ser la antesala de enfermedades graves como la bulimia o la anorexia.
La megarexia es la antítesis de las conocidas anorexia y bulimia. Son personas obesas que se miran al espejo y se ven delgadas y sanas, siendo proclives a una alimentación hipercalórica.
La drunkorexia consiste en no comer o bien comer en pequeñas cantidades para compensar las calorías vacías ingeridas con el alcohol.
La potomanía es una obsesión con beber agua en exceso a diario, con una media de 4 litros diarios llegando en ciertos casos hasta 6 u 8 litros de agua al día. Si nos pasamos de agua podemos sufrir sudor excesivo, insomnio e incluso una lesión renal irreversible.
La pica es uno de los trastornos de la alimentación más extraño que consiste en comer “alimentos” no digeribles, sin aporte nutricional alguno tipo pelo, yeso, caucho, vidrios y cualquier objeto.
Concluiremos con la sadorexia, una combinación entre la anorexia y sadomasoquismo, consistente en no consumir alimentos (o vomitarlo) añadiendo maltrato físico. Las autolesiones, es una forma de autocastigo para contrarrestar con la ansiedad de buscar alimento, y mediante el dolor físico evitar comer.
Es esencial la detección temprana de los problemas con la alimentación
Mediante la herramienta dìde se puede llevar a cabo la detección precoz no sólo de trastornos de la alimentación como la anorexia nerviosa y la bulimia sino también de otros gracias a las anotaciones de los observadores de los menores respecto a los hábitos de los mismos de nutrición y conducta, así como la posibilidad de discriminar otros indicadores, hasta un total de 35, de diversas dificultades emocionales, comportamentales, de educación y aprendizaje así como de desarrollo y social, abarcando las edades desde los 2 a los 18 años, realizando un cribado eficaz y facilitador para el éxito del desarrollo del menor.