¿Qué queremos los padres para nuestros hijos?
Con poco margen de error seguramente la contestación mayoritaria será “que sean felices, que crezcan sanos y contentos”. Podemos comprender que esta respuesta deja un margen amplio, indefinido y diciendo todo no se dice nada. Vamos a ahondar un poco más para llegar al núcleo de la cuestión.
Probablemente también encontremos entre las alternativas “que sea una persona de bien, que se sepa defender y hacer valer, que tenga la fortaleza de superarse, que haga en la vida lo que quiera…”, ya vamos hilando más fino el ovillo pero todavía no es lo suficientemente definido.
Queremos proponer dentro de las habilidades sociales que hay que incluir en la educación la importancia de la asertividad como esencial en todas las facetas de nuestra vida. Atención, no sumisión ni agresividad, sino asertividad.
La asertividad es la habilidad de expresar nuestros pensamientos, sentimientos y creencias asumiéndolas y a la vez respetar la opinión de los otros sin agredir.
O sea, es imprescindible conocerse a uno mismo, tener confianza en uno mismo así como empatía para ponerse en el lugar del otro porque, de este modo, entenderemos el punto de vista de la otra persona aunque no lo compartamos.
Fomentar la resiliencia es posible desde la infancia, la clave está en conocer sus necesidades educativas
Aprender y practicar comportamientos asertivos permite que llegue a los demás los propios mensajes expresando opiniones y mostrando consideración. Se logran sentimientos de seguridad y el reconocimiento social.
El comportamiento asertivo incrementa la autoestima, como colofón, la asertividad se basa en el respeto que comporta la libertad para expresarnos respetando a los demás y asumiendo la responsabilidad de nuestros actos.
La resiliencia primaria es la que proporcionan los primeros cuidadores, en general los padres, a través del apego con el niño, mientras que la secundaria se da más tarde a través de otras personas y las propias experiencias.
Para posicionarnos en el mundo y en la vida, como siempre, es empezar por conocernos a nosotros mismos y, en este caso, a nuestros niños, no sólo podemos saber cómo son sino también cómo están y cuáles son sus necesidades y potenciales.
Es posible trabajar con la educación en los menores para conseguir la asertividad. Y daremos otro paso más porque lo que queremos es que estos niños y jóvenes consigan desarrollar la capacidad de reacción y adaptación para ajustarse a los retos del entorno, a través de una respuesta constructiva e innovadora a la adversidad, expresado de otra forma, que sean resilientes, que evolucionen positivamente ante las dificultades, que se adapten para afrontar con éxito las adversidades y sean capaces de identificar oportunidades de crecimiento en los momentos de crisis.
En la educación reglada tradicional predominaba la detección de “defectos” o desviación de la norma de los estudiantes en lugar de la identificación de fortalezas, sobre todo a nivel estrictamente académico. Para promover la resiliencia se han de favorecer climas emocionales positivos y optimistas en los que el alumno se sienta seguro y responsable, sin estar ello reñido con la debida disciplina.
La escuela con educación resiliente proactiva requiere docentes que sepan acompañar el proceso de evolución personal de sus alumnos y que acepten y sepan gestionar la diversidad y la complejidad de las relaciones entre los distintos colectivos (profesores, alumnos o familias).
La resiliencia se trata de un aprendizaje que puede darse durante toda la vida y, más allá de las particularidades y diversidad de cada uno, todos podemos aprender a ser resilientes. La estimulación de las áreas cognitivas, conductuales y afectivas desde edades tempranas ayudará en la época adulta a la exposición de acontecimientos negativos o traumáticos.
Desarrollar una buena autoestima y una alta confianza en sí mismo y en los demás, son factores que ayudan a conseguir la habilidad de la resiliencia.
Según Suárez Ojeda (1993)…”resiliencia (del latín resilio) significa una combinación de factores que permiten a un niño, a un ser humano, afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida y construir sobre ellas”.
Recursos y habilidades sociales que posee un menor resiliente (Löesel, 1989)
- Relación emocional estable
- Apoyo social fuera del grupo familiar
- Un clima educacional abierto
- Contenedor y con límites claros
- Cuenta con modelos sociales
- Tiene y asume responsabilidades sociales
- Sus competencias cognitivas como mínimo presentan un nivel intelectual promedio
- Ha vivido experiencias de autoeficacia, autoconfianza y mantiene una autoimagen positiva,
- Su respuesta ante situaciones o factores estresantes es de enfrentamiento activo, capacidad empática, accesibilidad y sentido del humor que le asigne significación subjetiva y positiva al estrés y al enfrentamiento.
Un buen momento para generar de la adversidad la oportunidad
En la actualidad estamos viviendo un momento complejo y difícil provocado por una pandemia que nos afecta a nivel histórico, social y personal. Existe una marca clara de un antes y un después generada en un brevísimo tiempo y que aún siendo grave los daños causados a todos los niveles en el pico de su auge ni mucho menos van a ser nimias las consecuencias que dejará tras su paso. Estos temores, incertidumbres, impacto del cambio no sólo atañen a los adultos sino que los menores absorben a través de ellos y no ignoremos las redes sociales, las emociones y las situaciones. Con los “pies en la tierra” pero con una actitud resiliente, la misma con la que podemos enseñarle a nuestros niños y jóvenes que es un buen momento para generar de la adversidad la oportunidad.
Desde dide apoyamos a los profesionales de la educación y a las familias para que, no sólo podáis conocer mejor cómo son y cómo están vuestros hijos/alumnos y qué necesitan, sino que además, en coordinación entre el medio escolar y familiar, poder atender adecuadamente a la diversidad de los menores y a su inclusión.
Gracias a que se puede aprender a ser resiliente, cuanto antes se inicie el conocimiento de los menores y sus necesidades educativas, antes empezarán a sentirse seguros y responsables.
Ayúdale a ser más resiliente, te lo agradecerá toda la vida.
¿Qué necesidades educativas puedo identificar con díde?